A medida que Manuela López recorre kilómetros y tiene la oportunidad de conocer los más diversos lugares de este planeta, sobresale para ella un elemento en común en los enormes paisajes que observa. Son las casas que en el medio del paisaje o en el entorno se ven solas, abandonadas, solamente las acoge la vegetación que las cubre.
Para la autora, la misión de esas casas no es otra que la de sobrepasar el tiempo. Algunas de esas casas, ya sin ventanas, puerta o techos, atraen su atención pues cada una de ellas envía un mensaje que traspasa cualquier pasado inimaginable.
En fin, según Manuela, todas ellas tienen algo en común:
Ninguna tiene un hogar.